Lecciones desde la tumba. Opiniones sobre el decálogo de Raymond Chandler

Raymond Chandler no fue el único que decidió escribir literatura policiaca por dinero, pero sí se convirtió en uno de los referentes más importantes del género. Tanto, que en 1949 escribió una serie de apuntes para que el resto del planeta entendiera a qué se refería cuando él hablaba de literatura negra: “Apuntes sobre la narrativa policiaca”, publicado en el libro de apuntes, cartas y textos inconclusos Raymond Chandler Speaking.

Como ya es más que conocido, la literatura policiaca nace con un par de cuentos de Edgar Allan Poe y se va a desarrollando paralelamente al siglo XX.

Para organizarla casi siempre se distinguen dos escuelas: las formas inglesas, en donde los detectives son por completo analíticos, racionales y templados. Resuelven los misterios tranquilamente y casi sin agitarse.

Y la escuela estadounidense, que se caracteriza por ser mucho más violenta y suele utilizar un contexto miserable para desarrollar a sus personajes. Mucho se critica porque su lenguaje es menos elaborado, pero, en compensación, las acciones son trepidantes o psicológicamente amenazantes. Se distingue dos vertientes dentro de la escuela gringa: el hardboiled, estilo reciente, muy violento y en donde el detective resuelve el caso, pero su vida completa es un revoltijo de whiskey barato, mujeres peligrosas y malas decisiones. La otra vertiente es el llamado noir, también muy violento, en donde el protagonista no sólo puede dañar a otros, sino también ser por completo autodestructivo. La gran diferencia con el hardboiled, es que el personaje principal no es un detective sino una persona ordinaria en situaciones extraordinarias.

Como toda la literatura, el género está en constante transformación y las reglas formales de principios del siglo pasado no funcionan en la actualidad. También el lector ha perdido ingenuidad y puede descubrir al asesino antes de terminar el libro. En algo ha contribuido el cine y la televisión, quienes calcaron desde el principio las formas literarias y con eso terminaron exigiéndole a los autores que evolucionen de alguna manera.

Pienso que, incluso entendiendo este progreso, el decálogo de Raymond Chandler continúa vigente hasta cierto punto. Lo que sigue es una rápida comparación de cómo funciona estas reglas en el hardboiled o el noir.

Chandler explica que toda historia policiaca debe tener esta característica: “Debe consistir en acciones verosímiles de gente verosímil en circunstancias verosímiles, sin dejar de tener presente que la verosimilitud es en gran medida una cuestión de estilo”. Aunque es una carta fuerte de la literatura negra, la verosimilitud poco a poco ha perdido la importancia que tenía antes. Sobre todo en el hardboiled y el noir. ¿Acaso son verosímiles algunas escenas de las novelas de Chester Himes? ¿O la última parte hiperviolenta de Chau, papá de Juan Damonte?

De todas maneras, mantener cierto realismo es fundamental para este género. Mientras más pegado a la tierra y a las acciones humanas, incluso en situaciones extraordinarias, mejor para cualquier lector.

  1. Toda historia negra necesita ser sólida en cuanto a métodos de asesinato y también de detección del asesino. Dice Chandler que el asesino no debe utilizar ningún recurso mágico y el detective debe comportarse como lo que es, un profesional de la deducción.

La primera parte de esta regla se sigue cumpliendo porque si leemos que un asesino utilizó una serpiente que subió por una cuerda y entró a la recámara de la víctima y la mordió entonces es probable que dejemos el libro de inmediato. Quizá el sigilo ha desaparecido y los asesinos son más ruidosos y efectivos. Lo que sí pienso que ha cambiado con el tiempo, sobre todo en el noir, es el profesionalismo del quien resuelve el entuerto. Nunca como ahora los personajes principales puede ser de verdad ineptos para encontrar a los asesinos o de plano, muy poco profesionales, recurriendo más a la tortura o la corrupción para encontrar las pistas.

Distinto a la verosimilitud, el realismo aquí se refiere a que la historia y los personajes deben basarse en el mundo real. La verosimilitud exige que las reglas dentro de la misma historia se cumplan, el realismo pide que el relato pueda escapar al mundo real sin complicaciones. Es claro que estamos en el mundo de la ficción, pero esta debe ser mínima.

En la novela negra actual, el realismo no sólo se ha mantenido, sino incluso creo que es una de las características que más sobresalen, especialmente cuando los autores se regodean en la violencia.

En cuanto a los personajes realistas, creo que novelas como El asesino dentro de mí, de Jim Thompson recurren a casi un hiperrealismo para explicar al lector cómo funciona la mente de alguien que decide matar.

  1. La historia debe ser sólida. Dice el autor: “Las novelas policiacas deben poseer color, vuelo y una cantidad aceptable de vigor”.

Pues nada, algo que se espera de cualquier historia, no importa si es hardboiled o noir o lo que sea. Pasemos a lo que sigue.

  1. La estructura debe ser tan sencilla que se pueda explicar con facilidad. Los mejores finales son los que se hacen visibles con una acción.

Una de las características más extrañas de este decálogo. Las explicaciones finales deben ser interesantes, eso es suficiente para limitar qué tan largas o cortas pueden ser dependiendo de la historia. El noir y el hardboiled se alimentan de esto. Generalmente suelen dar explicaciones cortas, aunque pienso que Chester Himes suele extenderse más que otros autores. Una explicación demasiado larga es un insulto al lector y demasiado corta lo deja insatisfecho. ¿Cómo se logra una buena explicación del crimen? No hay recetas.

  1. La historia policiaca debe engañar al lector, pero no demasiado. Un lector inteligente tal vez descubra el final antes de llegar a él, pero algo se le debe escapar. La idea es que sea el autor quien termine de desatar los nudos. Dice Chandler que esto es de lo más desconcertante: “Haber horadado un poco la niebla contribuye a la autoestima del lector. Lo esencial es que quede un poco de niebla al final para que la disperse el autor”.

Esto, que siempre es deseable, no necesariamente se cumple en el hardboiled o el noir. Incluso me atrevería a afirmar que muchos ya ni siquiera se ocupan de algo así. Pienso en, por ejemplo, la mayoría de los cuentos incluidos en Vivir y morir en USA y en ellos no aparece ningún misterio por resolver. Vamos, algunos son una serie de momentos depresivos y violentos tras otro.

  1. La solución debe aparecer como inevitable. Chandler pone aquí el listón muy arriba. Él mismo lo sabe cuándo dice: “…la mitad de las historias policiacas publicadas quebrantan esta ley”. Es complicado contradecirlo. Es más fácil que un autor se complique buscando un final sorpresivo para dejar al lector boquiabierto que un final inevitable, porque el realismo también debería impregnar los cierres.
  2. La novela negra es novela negra. Nada de cruzar géneros. Mucho menos incluir una historia romántica o algo de terror. Este punto del decálogo ha quedado sepultado por múltiples novelas que se nutren de todo tipo de géneros distintos. Ni siquiera creo que deba argumentar más.
  3. El criminal debe recibir un castigo. Puede ser a través de una corte o no. Chandler deja bien claro que no es por una razón moral, sino porque así lo apunta: “la lógica de la forma”.

Esta característica sigue en pie. No he leído obra de literatura negra en donde el criminal no reciba algún tipo de castigo. De hecho, el autor tiene razón, eso estamos esperando al acercarnos al final.

  1. La historia debe ser honesta. Es uno de los puntos más complejos, mejor que Chandler lo explique: “No es suficiente exponer los hechos. Deben ser expuestos con imparcialidad, y deben pertenecer a ese tipo de hechos a partir de los cuales puede funcionar la deducción. No se deben ocultar al lector las claves más importantes, ni ninguna otra; pero, además, no se las debe distorsionar por medio de falsos énfasis.”

Esta característica es muy extraña, porque le pide al autor, alguien que miente por el puro hecho de escribir, que sea honesto con su lector. No debe ocultarle nada, pero, al mismo tiempo, debe engañarlo. La pieza fundamental de toda historia tiene que estar ahí, a la vista y al mismo tiempo disimulada. Sin duda algo complicado de lograr. He leído obras de noir que ya no desean seguir esta regla. La historia está ahí a la mano, pero no se debe resolver nada o la resolución del misterio es lo de menos. Supongo que la literatura negra se ha transformado porque esta regla fue seguida por muchos autores y es complicado encontrar ahora una manera honesta de ser honesto. No me atrevería a afirmar nada por completo. Creo que siempre hay alguna manera de lograrlo y sí, la buena literatura no es sencilla, por más que muchos bestsellers promuevan lo contrario. Raymond Chandler lo sabía.

∗Daniel Herrera (Torreón, 1978). Es escritor, profesor y periodista. Ha publicado en Replicante, Letras Libres, La Tempestad, Punto de partida, Milenio, entre otros. Autor de las novelas Melamina (Terra Adentro, 2013) y Quisiera ser John Fante (Moho, 2015).

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