¿Quiere usted ser funcionario cultural?

Si está usted pensando en hacer una carrera en el servicio público, le recomiendo que se aleje de áreas conflictivas y fiscalizadas como la economía o la seguridad pública, y concentre sus esfuerzos en el área de la cultura.

Las ventajas son muchas.

Primero, no deberá lidiar ni con sindicatos ni con el crimen organizado ni con policías iracundos dispuestos a corromperse. Tendrá que hacerlo con unos sujetos incapaces de organizarse, bastante envidiosos, llorones y muertos de hambre. Se les conoce con el despectivo nombre de cultureros (lo aceptan encantados) y merodean las instituciones culturales con proyectos que vender. Usted les compra a unos y a otros no, sin parar en la calidad de dichos proyectos, pues se trata de repartir los recursos entre aquellos cultureros más cercanos al poder.

Lo anterior nos elimina otro inconveniente. Si quiere ser secretario de gobierno, lo recomendable es que tenga un título de abogado. Si pretende estar al frente de una institución dedicada a infraestructura y construcción, es mejor que sea arquitecto o ingeniero. Pero si sigue mi consejo y asume la dirección de una dependencia cultural, es totalmente intrascendente que usted no tenga ni la más puta idea de literatura, cine, teatro, música, danza o artes visuales.

No hablo de que haya ejercido alguna de ellas; no hay que ir tan lejos. Ni siquiera es requisito que usted tenga una ligera inclinación a la lectura. Incluso, puede aborrecer de la cultura misma. Los funcionarios de esta área pueden jugar a las escondidas entre los guerreros de terracota chinos, a costa de nuestros impuestos, por supuesto, y de regreso no tener que rendirle cuentas a nadie.

Puede aborrecer de la cultura, decía, y de los cultureros mismos. Puede en reuniones íntimas burlarse de ellos, llamarlos mariguanos y maricones, despreciarlos comos si fueran una plaga que hay que exterminar.

No tenga miedo de que su ignorancia y desconocimiento del campo en cuestión salgan a flotes en entrevistas para los medios de comunicación.

Salvo raras excepciones, la mayor parte de los reporteros sabrá mucho menos que usted del tema que nos ocupa.

Por lo mismo, porque directores, editores, productores, reporteros y columnistas de estos medios desprecian tanto a la cultura como los presidentes, gobernadores o alcaldes, usted podrá robar, enriquecerse, enriquecer a otros, tranzar, desviar fondos y lucrar sin que tenga que preocuparse de los famosos periodicazos o de denuncias públicas que llevan a incómodas investigaciones.

Y no vaya a pensar que es poco el dinero que se destina a la cultura. Si bien es el menor siempre de los presupuestos, como existe el entendido de que la cultura es muy importante para un país, y esto, aunque nos cueste entenderlo, no deja de ser un país, pues de pronto le meten una buena lana.

Pregunten si no a los que diseñaron el muñecote que nadie supo quién era durante las fiestas del Bicentenario.

Y por último, la mejor de las ventajas: después de una extenuante campaña en la que el candidato haya recorrido todo el territorio mintiéndoles a los futuros electores mientras usted pegaba lonas o ponía sillas o escribía boletines, de los cientos de aspirantes a cualquier puesto a los que habrá de pagársele el favor, ninguno querrá ocuparse de la cultura. Así que no tendrá competencia.

Si usted quiere ser funcionario cultural, elija un partido ganador y apuéstele a la cultura.

Pez Banana