Locura, arte y psicoanálisis; una charla con Ezequiel Achilli, autor de la novela El príncipe heredero

Creo que cada una de ellas no son facetas sino áreas del ser, en este caso mi ser. Se es lo que se hace y como eso se hace, opina J. Genet , uno de los más grandes escritores; el autor de Las criadas, por ejemplo. “¿Qué puedo decidir ser?…[. ], si estoy encerrado en mi ser”. Se es terapeuta, se es escritor, se es actor… y todo eso, y algunas cosas más, forman parte de este ser. No creo que se mezclen, pero eso soy. Sí se mezclan en la escritura, al menos en la escritura de mi novela, El príncipe heredero.

¿Cómo descubres que quieres hacer novelas?

“El arte es la evidencia de que la vida no nos alcanza”, eso decía un gran poeta y creo que tiene razón. Al menos en mi vida el arte es eso y no recuerdo cuando lo descubrí porque siempre lo estuve haciendo; o me fue saliendo. Arte y ciencia siempre fueron parte de mí, como mi nombre; desde mis juegos infantiles, tan serios, como los juegos que hago ahora al escribir.

Háblanos sobre la estrecha relación entre Argentina y el psicoanálisis

Argentina es un país que ha recibido muy bien al psicoanálisis a tal punto de hacer su propia escuela. Esto ha sucedido en países como Francia e Inglaterra. En el caso de américa latina existe la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL), que es una organización sin fines de lucro que reúne a todas las instituciones psicoanalíticas latinoamericanas reconocidas por la Asociación Psicoanalítica Internacional. Y cada vez en es más grande. Hay analistas argentinos, y los rioplatenses son estudiados en todos los países donde se forman analistas. Desconozco las razones y por qué tantos argentinos nos analizamos, pero creo que es un fenómeno que poco a poco está tomando al resto del continente.

¿Qué encontraremos en El príncipe heredero?

El príncipe heredero es una ficción, una novela, que une dos de mis pasiones: la del escritor y la del psicoanalista. El libro Memorias de un neurópata (1902), escrito por D. P. Schreber, es un retrato de sus delirios con Dios. Me propuse redactar aquellos fragmentos y capítulos censurados del libro de Schreber. Freud leyó Memorias de un neurópata en 1911 y a partir de allí redacta el primer trabajo importante sobre la paranoia. El Príncipe, es un segundo tiempo imaginado de esta historia: Freud toma contacto (1938) con los capítulos censurados y los discute con su discípula Marie Bonaparte. El final es inesperado; la censura, la traición y la locura corresponden a uno de sus más viejos discípulos, su “Príncipe Heredero.”

¿Por qué Schreber?

Porque Schreber pedía a gritos ser escuchado. Al mismo tiempo es un personaje sumamente interesante. Me permitió conectarme con su dolor y decir algunas ideas personales acerca de cómo veo que funciona este mundo, la medicina, la ciencia, las religiones y demás…

¿Qué papel juega Marie Bonaparte y la mujer en sí en la novela?

A la princesa Marie, ya que realmente era una princesa -estaba casada con el príncipe de Grecia-, le debemos, en gran parte, la existencia actual de mucha de la teoría del psicoanálisis. Además era sobrina-nieta de Napoleón Bonaparte. Sin sus influencias y contactos, hubiera sucedido con el psicoanálisis algo similar al incendió de la biblioteca de Alejandría. Su colaboración con Freud no sólo fue monetaria, sino también amistosa y hasta académica. Ella se formó con Freud como psicoanalista, e intervino en las grandes discusiones. Rescató de la “censura” el primer trabajo de su maestro, El proyecto de psicología para neurólogos, crucial en la formación de cualquier analista. Fue su paciente, su colega, su colaboradora y amiga.

¿Vives tus personajes mientras escribes? ¿Ese fenómeno es más cercano al teatro?

Sin duda. Por momento parece que son ellos quienes mandan. Pero así como cuando se está en el teatro, vivimos lo que vive y siente el personaje, pero algo en nosotros sabe que eso no es verdad y de esa manera estamos ubicados donde se encuentra la luz, decimos el texto aprendido, nos movemos según lo ensayado y ayudamos a alguien que olvidó la letra. No dejamos de ser nosotros mismos, pero jugamos a que sí. Con la escritura entiendo que sucede algo similar. Grotowski, un gran hombre de teatro, dice que los personajes se crean como sacando capa por capa a una cebolla, una metáfora muy similar a la utilizada con Freud: de esta manera el actor se puede conectar con esos estados primitivos. Entonces los actores regalamos esa fracción nuestra y hacemos al público recuperar parte del juego perdido.

¿El psicoanálisis se nutre del arte o el arte del psicoanálisis?

Creo que el arte no necesita del psicoanálisis pero sí al revés. El psicoanálisis indaga en el hombre, y el artista que tiene nociones de psicología y sobre el inconsciente mucho antes que existieran los psicoanalistas. Shakespeare es uno de ellos, un ejemplo delo anterior lo encontramos en Hamlet, donde se intenta dar una explicación; así como entender la locura del príncipe; aspecto que ocupa un importante lugar en la obra. En la escena dos del segundo acto, cuando Polonio interroga a su hija, y luego también cuando Polonio le devuelve su hipótesis al mismo Hamlet: “Aunque todo es locura, hay cierto método en lo que dice…” ¿Qué detrás de todo delirio existe un núcleo de verdad?, ¿eso es lo que nos está diciendo Shakespeare? Suena conocido. “hace falta una cuota de fe para perseverar en la expectativa de hallar algo de “método” en esta locura”, como señala Freud en 1911. Desde sus inicios el psicoanálisis se ha enriquecido a través del arte en general. El teatro -por ejemplo- ha observado las cuestiones del hombre y ha puesto palabras mucho antes que existiera nuestra disciplina. De hecho el psicoanálisis tiene como eje un mito tomado por Freud de la obra de Sófocles, y siendo una de las obras más primitivas permite pensar la escena inconsciente. Esto es un hecho significativo para nosotros porque Freud se sirve de ese texto para hacerlo estructura del hombre y del psicoanálisis.

¿Si las instituciones matan el alma, los doctores son almicidas?

Para Schreber sí, ya que él no consideraba legal que lo sometieran a una internación como la que fue padeció. De hecho el libro que escribió era su alegato para ser dado de alta. Y, a pesar de la contraofensiva del su doctor Guido Weber, consiguió su libertad.

¿El arte es el mejor bálsamo para nuestras neurosis? ¿Es un mecanismo de sublimación?

El arte es sin duda una salida. La sublimación es un fenómeno que sin duda forma parte del arte, y del que nos servimos para transformar algo interno en una obra; pero una obra artística sin dudas es mucho más que eso. Muchas veces el arte se adelanta a los hechos. Es interesante ver cómo aquellos que están atentos a todo lo que está pasando se dejan llevar por el inconsciente. Pero creo que la obra no sólo participa y se sirve de los procesos de proyección o sublimación, sino que permite que por delante o por detrás de cada espectador se organice otra escena. El público necesita que se le permita cuestionar quién es o quién no es, ya que el mundo es difícil y por suerte renunciar a eso es imposible gracias a los creadores, quienes filtran en sus obras la esencia de la naturaleza humana.

¿Qué es para ti el amor y la locura?

Entiendo que el amor es, al principio, un puño cerrado. ¡Algo parece ocultarse en ese puño!, y de a poco, supina, se abre la mano para dar, y ¿qué hay allí? Nada. El amor es dar lo que no se tiene y, como diría Lacan, a quien no lo necesita. Por lo que para mí el amor es una ilusión. Sin embargo se trata de algo que existe ya que es un motor que genera señuelos que deja cautivos a quienes aman; además, nos lo pasamos hablado de él; el arte indaga en el amor, ¿será porque no se entiende? Quizás no deba ser entendido. Y depende de cada uno lo que hace con esa información; buscar en el otro su ser. Porque como dice Marguerite Duras: “De la misma manera que existe esta ilusión en el amor, esta ilusión de ser capaz de no olvidar nunca, también yo he tenido la ilusión ante Hiroshima de que jamás olvidaría. Igual que en el amor”. Al mismo tiempo en el nombre del amor se dicen y se hacen las mejores y peores cosas (guerras por ejemplo), porque el amor es vacío y hay muchas maneras de concebir el vacío. Respecto del tema de la locura, creo que es un tema mucho más complejo aún. En la gran mayoría de obras de arte, el amor es el causante de la locura. Creo que ambas cosas, amor y desamor, son las causas fundamentales de la locura.

¿Te ha costado encontrar lectores que no estén familiarizados con el psicoanálisis?

No, porque El príncipe heredero es una novela para quien le interese pensar al amor y a la locura; justamente. No se necesita saber de psicoanálisis para esto y mucho menos para leer una novela. Es compleja, eso sí; pero porque los temas que toca son complejos.

¿Cuál crees que debe ser el papel del artista frente a este mundo, cada vez más enfermo?

El artista tiene una importante función social, que generalmente es la misma que la del loco: la denuncia. Ustedes conocen mejor que yo las anécdotas de Rivera y hasta la misma Frida. Un artista es quien se pregunta, por ejemplo ¿está enfermo nuestro mundo?, ¿existiría un mundo que no lo esté?, ¿de qué hay que salvar al mundo?

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Pez Banana