Cuento de horror: la muerte en vida de la separación

consideramos que el amor humano es una de las fuerzas primigenias de nuestra vida, y que la vida, como afirma Edgar Morín, “quiere decir arriesgarse a la muerte”, separarse de un amor es como perder la vida, y perder la vida, nos impide seguir arriesgándonos a la muerte, es posible entrever en esa incapacidad para arriesgarnos, un síntoma de la ausencia del amor y una afirmación de la muerte en vida.

En ese sentido, esta muerte en vida derivada de la separación amorosa, para algunos de los mitos religiosos que integran nuestra cultura, equivale al “reino de las sombras”, ya que “el infierno, es el lugar de la disociación, de la ausencia, de la separación perpetua”. Por otro lado, para el psicoanalista freudiano Igor Caruso “el tema de la separación como irrupción de la muerte psíquica en la vida de dos seres humanos”, implica la paradoja de tener que sobrevivir a dicha muerte.

De aquí que el “Cuento de horror” de Arreola sea el preámbulo perfecto para abordar nuestro macabro tema, ya que esta excelente minificción nos permite observar en la voz narrativa el singular estado psicológico de la muerte en vida, donde la separación ya ha sido realizada, y la mujer amada se ha convertido en un espectro que divaga en la casa en ruinas de la memoria, gracias, tal vez, a la insistencia del hombre que a través de su recuerdo sigue haciendo presente lo que sólo es pasado y ausencia.

Otro aspecto reflexivo que no menciona Carusso pero para nosotros resulta interesante abordar, es la auto-despersonalización del sujeto que se ve a sí mismo como “el lugar” de las apariciones, lo que pudiera interpretarse desde la especulación más obvia, como cierto grado de locura, si es que entendemos la locura como lo que Slavoj Zizek llama “la eliminación de la distancia entre lo simbólico y lo real”, y que trae como consecuencia la destrucción de cualquier rasgo de objetividad, para arrojarnos de lleno en la creencia total de nuestros dogmas imaginarios.

Ahora bien, es cierto que el texto comentado es una ficción literaria, sin embargo, en este ensayo breve va implícito el supuesto que considera un estatuto ontológico y epistemológico en el arte, y que hace del arte, al menos para la filósofa María Antonieta González, un paradigma del pensar contemporáneo.

Una vez aclarado lo anterior, es posible ver en el carácter paradójico de la muerte en vida derivada de la separación amorosa, un “dolor narcisista” e “inmaduro” que no acepta la pérdida como razón de ser, y por ello, el que sufre, ve siempre en el otro al “abandonante”, pero a la vez se las ingenia para hacerle creer a los demás que él es el “abandonado”. Así, frente al contexto de la negación y la neurosis, es posible comprobar que siguiendo la red fúnebre que se teje sobre un corazón adolorido, no llegamos a otro destino que al cuerpo inmóvil de la contradicción, donde sobrevivir es morir y dejar que lo poseído se aleje. Aunque esto no es fácil, pues para ello hay que asesinar al ser amado en la conciencia propia, y aceptar que con esta muerte se muere un poco también.

Y es que como afirma Carusso, “el otro muere en cuerpo viviente, pero muere en mí”, y con su muerte muere mi conciencia de él, por lo que “yo arrastraré conmigo ese cadáver que ni siquiera me hará sufrir”. Sin embargo, como esa sentencia se aplica para ambos lados, al mismo tiempo que mato, “yo muero en la conciencia del otro”, y aunque siga “vivo en mi cuerpo, soy ya un cadáver en el otro, en el ser que me amó y que yo amé”.

Por último, cabe decir que en estos tiempos sin tiempo, donde los sueños mueren antes de ser soñados, y el miedo, la violencia, la patología y la banalidad son el pan de cada día, no hay una muerte más limpia que la muerte en las manos del amor, y no hay mejor cementerio para nuestras carnes eternamente deseosas que el camposanto del amor.

Iván Camarena Valenzuela (Es poeta e investigador).

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