Nunca me abandones, de Kazuo Ishiguro

Debo confesarlo: desesperé por conseguirla, tenerla. Y no era para menos si me había creado una gran expectativa. Una novela triste. No otra cosa. No una historia sentimentaloide de sufrimientos porque sí, porque los dicta el escritor para que sus personajes los padezcan. Una novela triste. Pero cuando por fin la tuve en mis manos, dudé dos o tres horas en comenzarla. Temí defraudarme. Tantas veces me han asegurado que tal o cual libro es capaz de llevarlo a uno al borde de las lágrimas y lo que han conseguido es dejarme al borde del enojo, del coraje por la decepción. Abrí, pues, su páginas con reservas.

Entré por el campo despejado con una tarde ya madura, de la mano de una narradora que, ahora lo sé, no podré olvidar. Me dije en las primeras páginas, chapuceramente porque ya me sabía el argumento: no es para tanto, es una historia sobre adolescentes como cualquier otra. Kathy supo llevarme de la mano por su nostalgia. Me presentó a Ruth y a Tommy y así la conocí a ella. Luego me empapé de la parsimonia de Kathy, siempre a punto de…, de la exasperante Ruth y lo fuera de base que me cogió su canallada, la cual no logré prever a pesar de que sentí que ya no podría depararme sorpresas. Y por último, de Tommy y sus intuiciones para nada erróneas.

La historia es simple contada en tres partes, aunque sin límites deliberadamente fijos, como se permite funcionar nuestra memoria. Un clon, Kathy, recordando su vida en el instituto donde pasó sus primeros años al lado de Ruth, Tommy, otros clones y sus cuidadores; luego su partida, la de los tres, hacia otro centro de cuidado para finalmente separarse y dedicarse a cumplir sus objetivos, sus destinos, no elegidos por ellos, claro.

Dije que es una novela triste y es cierto, aunque no sabría explicar certeramente por qué me llevó a ese estado. Supongo que la existencia del ser humano siempre será triste, sobre todo si se conoce a alguien en particular durante un gran periodo de tiempo, si se vuelve familiar. Conocí la vida de tres personas: sus risas y sueños, sus peleas y frustraciones y su nada. Y al final recordé que son unos clones, que seguí deliberadamente sus avatares porque me interesaron y consiguieron apasionarme. ¿Cómo no enamorarme de Kathy, consentir a Tommy y renegar de Ruth? En otras palabras, me interesó la vida de tres personas, es decir tres personajes, pero además de tres personajes, tres clones. ¿Fue una doble ficción? Por supuesto que no; aunque parecería; ya los apasionados de la técnica literaria discurrirán al respecto. Yo sé que me interesó la Vida.

Kazuo Ishiguro (1954), el autor, lo hizo, me tiró el anzuelo y me pescó. Me dejó una novela para la nostalgia. Sobre el tema que el autor trata hay infinidad de discusiones al respecto, y supongo que en todas queda el sedimento de las amenazas que significan nuestras propias acciones en ciencia, en este caso de la ciencia genética. Ishiguro no hace poco en el debate, adelanta posibles contingencias a nuestras emociones, amén de traer a colación un tema no tan vigente como el libre albedrío y si en verdad nuestras pequeñas elecciones significan algo frente a ese destino general, convencional.

Nunca me abandones (2005), de Kazuo Ishiguro, acabo de voltear su última página y ya siento un faltante.

∗Alfonso López Corral (Navojoa, 1979). Autor de La noche estaba afuera (Tres Perros, 2011) y Musiquito del Talón (Tierra Adentro, 2013).

Pez Banana