Los que hablaban eran Uno y Dos, vestidos con traje transparente. Al mismo tiempo voltearon hacia un cuerpo sostenido por una plancha de cristal o algún otro material translúcido.
–La leyenda en su cuerpo dice: “No resucitar. Donadora de órganos”.
–Tatuajes, tengo entendido que así los llamaban –dijo Dos.
–¿Te refieres al texto del cuerpo?
–Sí, se llamaban tatuajes. Y, si no me equivoco, tenían un significado comercial principalmente, aunque, como vemos aquí, se podían grabar anuncios personales como este. Supongo que el mensaje no llegó a destino porque se conserva todavía.
–¿Y si el mensaje fuera para nosotros? –Quiso saber Uno.
–Imposible. Los archivos marcan que el significado de la palabra “resucitar” pertenece a la categoría de fantasía. Aparentemente refiere todavía al periodo de los dioses.
–¿Entonces podemos despertarle sin ningún problema?
–Habrá que consultarlo con el departamento de Protección contra la Ley, pero no creo que tengamos problemas.
–¿Qué significa “Donadora de órganos”?
–Según los archivos, parece que era una costumbre bárbara, cercana al canibalismo, donde se compartían órganos vitales entre la especie para que uno de los cuerpos funcionara con normalidad.
Aunque Dos lo dijo con una frialdad propia de la habitación donde se encontraban, no pudo evitar, no pudieron evitar, porque Uno también reaccionó, un gesto de asombro que, por un instante les distorsionó la cara, como si hubiera habido una falla en la captación de una señal y de inmediato se perdiera una imagen.
–¿Y contendrá sus órganos todavía?
–Si la leyenda sigue en su cuerpo, lo más probable es que todavía los conserve. Observa: estos cortes en la piel deben ser preparaciones para una extracción rápida.
Uno no pudo reprimir, aunque fue casi imperceptible, una distorsión total de su cuerpo.
–¡Estamos hablando de que allí tiene un corazón desarrollado, pulmones, estómago, órganos sexuales y demás!
–Si la lógica es correcta, sí. Todo lo que nos reemplazan al incubarnos, ella lo tendría.
–Por su órgano sexual expuesto se deduce que es un femenino.
–¿”Ella” quiere decir que es “femenino”?
–En parte, aunque al parecer refería a algo más que lo reproductivo: “ella” quiere decir que es “mujer”, si me informaron sin errores.
Uno ahora no pudo ocultar su distorsión completa. Dos se percató.
–Sí –agregó–, el femenino era mujer.
–Los archivos señalan que la categoría de “hombre” y “mujer” no puede completarse porque la información en la que se basa es contradictoria y no arroja un resultado lógico.
–Correcto. Al parecer agruparse de esa forma también era una costumbre bárbara, como compartir los órganos.
–Tenemos que despertarle de inmediato. Podríamos completar esa categoría con la información que proporcione. No sólo eso, hay muchas categorías huecas, cerradas o denegadas. Se podría abrir todo.
–Además, según los datos, probablemente es un cuerpo de la época de los dioses y si hacemos caso al aviso que no le borraron, contendría aún todos sus órganos.
Uno se dispuso a manipular un instrumento.
–No te adelantes –dijo Dos–. Consulto la orden y procedemos. Sigue aquí.
Uno se quedó solo y se aproximó al cuerpo. Lo miró de tal forma que por un momento pareció que no se reestablecería de nuevo. Supo que tendría que solicitar ingreso a taller.
–Negativo. No podemos proceder –dijo Dos ya de vuelta.
–¿Cuál es el mandato?
–Protección contra la Ley pide que nos retiremos porque no hay suficiente información o puede ser un sujeto de riesgo.
–Por eso que es debemos despertarle.
–No hay suficiente información. Eso dice. Que sigamos el mandato.
*∗Alfonso López Corral (Navojoa, 1979). Narrador. Autor de los volúmenes de cuento La noche estaba afuera (Tres Perros, 2011), Musiquito del Talón (Tierra Adentro, 2013) y Cien caballos en el mar (Paraíso Perdido, 2017).