Ya conocía a Iván Arturo López Lerma (Hermosillo, 1998) sin siquiera saberlo. Lo había leído en un plaquette de los ganadores de un concurso, anoté su nombre en algún lugar, se lo comenté a mis rumis, lo leímos una madrugada en voz alta y desgarrada mientras sonaba Popotitos. Pasó el año y previo a la premiación se comentaba acerca del morrito ese que ha ganado los tres años seguidos: petulante papanatas, fenómeno de la naturaleza y tal y tal. Alcancé a hojear su poema y sentí eso que hace mucho no sentía al leer poesía. ¿Cómo definirlo? Luz, oficio, rigor; intento pero es inasible.
El truculentito juego del cielo y la tierra había cruzado nuestros caminos. En radio Unison nos conocimos en persona, también conocí a sus padres y admito con algo de pena que busqué el miedo en sus ojos ¿a poco no sería terrorífico tener un hijo que dijera tantas cosas? Pero sólo encontré amor, ellos creían en él y lo amaban. Entonces supe, Iván era después de todo un chico. Un chico que leyó en la radio un poema genial acerca de perches y morras coppel aunque escrito en español antiguo, la tarjeta de presentación perfecta y él lo sabía. Había, pues, conciencia hacia el lector, una noción terrenal a pesar de lo elevado de sus palabras, preocupación por la música, un ejercicio poético entero, sano, legítimo.
Fue durante su lectura en la premiación que terminé de completar el cuadro. Lo curioso de Iván es esa ilusión o hecho duro y mordisqueable de que el que habla no es sólo Iván. Es el poeta y su contexto, el poeta y sus vivencias, el poeta y dios y todas las generaciones. No es un niño, ni un simple muchacho, ni un hombre cuando escribe; en el poeta confluyen todas las corrientes que orbitan sus coordenadas y su trabajo es estirar las manos y poiesis o esas cosas. Erigir, codificar, corregir, demoler, reedificar.
Multirrutas (isc, cobach, 2016) es un coming of age, el poemario está dividido en cinco partes que se despliegan desde el devaneo estético hasta un entramado simbólico ribeteado con intertextualidades bíblicas y literarias. Hay referencias desde lo más mundano como perros y dogos hasta lo divino. En palabras del autor, el poemario se compone de la dualidad carne y espíritu que a la vez configura al ser. ¿Qué más quieren?
En estos tiempos donde hay tanta polémica en torno a quién debemos y no llamar poeta, si algo puedo prometerle, lector, es que este poemario es suelo firme para nuestros cansados pies. Si me permiten la blasfemia: Multirrutas es como la tierra prometida y dependerá del tiempo y el trabajo de Iván, que siempre será titánico, el destino de sus pueblos/versos y el paisaje donde podamos seguir balando nosotros, sus lectores.