Lo que viene a continuación es un capricho. No digo que me dé por mentir –mucho menos inventar algo– sobre la presencia de Martín (Buenos Aires, 1957) , pero me parece que es un capricho mío hablar de él como si hubiera existido en dos dimensiones. Una durante una breve entrevista que tuve con él y la otra durante su participación en el I Festival de periodismo y nuevas narrativas contarnos.mx (Y eso que un festival de periodismo en el desierto, por sí solo, representa una entrada a una nueva dimensión. Lo cual indica que tal vez todo el tiempo vayamos de un plano a otro sin darnos cuenta, salvo por esa particular cortina de aire que cruzamos y dejamos atrás con una velocidad alarmante. La mala costumbre de acostumbrarnos a todo demasiado rápido).
El portal hacia la primera dimensión se abrió a las cinco de la tarde. Martín sale de una puerta, lo saludo con la mano derecha y nos conducimos a un jardincito rodeado de paredes que ahora recuerdo de un color oxidado. En esta dimensión estamos solos, bajo la sombra de unas palmeras. No hay viento. No escucho el trino de ningún pájaro. Mi vista periférica capta algunos cuerpos como si fueran globos en una feria. Están ahí, flotando, haciendo lo que hacen, su deber no deja de ser importante, pero lo hacen lejos, en su tiempo y en sus condiciones. De hecho, a momentos me da la impresión de que estoy en el interior de una burbuja o, más bien, en un terrario, el tipo de instalaciones habitado por reptiles, serpientes y arañas. Esta dimensión será expuesta así.
La otra, tendrá esta apariencia y expondrá algunas ideas que el autor expuso en su conversación con Paty Godoy. En esta dimensión hay un ojal en la camisa de Martín Caparrós que no presiona lo suficiente, y cada tanto su botón atenta a favor del exhibicionismo. Sí. Hay más cosas, más gente, más ruido, más humor en las palabras. Pero lo del botón que no cierra es espectacular.
Paty Godoy y Martín Caparrós. Cortesía Contar (nos).
Por supuesto, yo estoy en esta dimensión porque fui partícipe de ella de una manera activa. Desde aquí pienso y busco un sentido a través de las palabras. Ambas dimensiones, de cualquier forma, parecen estar contenidas en el mismo universo. Este podría llamarse El Universo del periodismo. Tampoco pasa que este universo sea uno cerrado: de pronto se perciben resonancias externas o resonancias que salen de este universo para llegar cargadas de otras partículas, lo que nos permite aceptar que existen muchas otras dimensiones, muchos otros universos inclusive.
El portal hacia la segunda dimensión se abrió alrededor de las 6.30 de la tarde. Paty Godoy invita a Caparrós para preguntarle sobre el oficio del periodista. Su pertinencia en el mundo. El para-qué de su oficio.
Trato muy seriamente de no pensar para qué sirve lo que hago porque, para ponerlo en términos un poco más rimbombantes, estoy en contra de lo que alguna vez llamé la ética de los resultados, o sea, de medir lo que uno hace por los resultados que produce. Me parece que entregarse a ese mecanismo es una forma bastante segura de no hacer nada o de hacer muy poco, porque efectivamente lo que uno hace nunca produce los resultados que uno querría. Yo la actitud que he elegido es exactamente la contraria a eso, es decir, yo hago las cosas que me parece que tengo que hacer, que quiero hacer, que me da gusto, que me interesan, que me importan. A mí no me interesa generar interés. Me parece bien que algo que yo hago lo lea quien quiera leerlo, quiero decir. No estamos acá para vestirnos con plumas y tratar de llamar la atención en medio de la calle. Estamos acá para hacer bien el trabajo que hacemos. Y después habrá gente que está en condiciones de apreciarlo, gente que lo detesta, gente que le interesa, gente que no le importa nada.
Visualmente podríamos imaginar un punto desplazándose por varias dimensiones. El punto tiene la capacidad de observar, de registrar, de poner en duda. Es, de verdad, un punto incansable. Se mueve rápido y genera contenido, un contenido fuerte, mordaz, preciso. Podríamos decir que el punto viaja de un lugar a otro y esparce líneas punteadas desde su interior, como si fuera una nube cargada que se permite ser una llovizna a veces y otras caer en forma de lluvia torrencial. Aún así, ya que el Universo es vastísimo, no hay porque preocuparse de una inundación, aunque es necesario recordar: existen muchas otras nubes. Y cada una va por ahí, tomando la humedad que hay en el aire, condensándola, esperando el momento indicado para soltarse.
Hace muy poco me di cuenta de que el periodismo, en esta época de acumulación y concentración, es un arte del despilfarro. Quiero decir, nosotros, nos dedicamos durante unos días o unos meses o un año o dos a saber todo lo posible sobre algo que, una vez que lo terminamos de saber y los plasmamos en un artículo o en un libro o una cosa, no nos va a importar más en la vida, vamos a olvidarlo. Eso me parece respetable, pero claro, eso nos convierte en ignorantes seriales, ignorantes sucesivos.”
Como hay, digamos, muchas dimensiones, podríamos pensar que de una a otra el punto cambia de forma. Podría ser que algunos de estos puntos se aplanen, se vuelvan una línea muy pegada al suelo. Y uno los mira y piensa: pero qué pasa, pareciera que se esconden. Entonces, llega una respuesta: esos puntos hacen lo posible por evitar que los crean y llamen ignorantes. Por esto, a veces el punto se esconde en una palabra imposible de emplear en este Universo: objetividad.
Es ridículo. Usamos mal la palabra objetivo, yo creo. No hay ninguna posibilidad de ser objetivo cuando se relata algo, y una noticia es básicamente un relato y, para que haya un relato tiene que haber un relator, un narrador, un periodista, lo que llamamos en este caso: alguien que, dentro de las infinitas opciones que hay dentro de la realidad, elige qué es lo que vale la pena de ser contado. No para engañar a nadie, no para joder a nadie, simplemente porque así ejerce su oficio. Y algo que a mí me molesta un poco, es la idea de tener fuentes. Para empezar porque es una palabra que, cuando yo empecé a trabajar en periodismo, nadie usaba. Me parece que es como un amaneramiento un poco americanizado. Y lo cierto es que la fuente, como dicen ahora, es una relación de beneficio mutuo y de utilización mutua. Un político, un empresario, el tipo de fuentes que los periodistas aprecian, te cuenta algo porque quiere que eso se publique, porque le conviene por alguna razón, y entonces tú lo usas porque te sirve para hacer tu trabajo, porque te enteras de algo de lo que no te hubieras enterado de otra manera, pero estás en última instancia haciendo un favor a aquel que quería que se dijera que fulano de tal tiene un amante, ¿qué se yo? Lo que sea. Y además, tu fuente no solo se beneficia por que estás publicando lo que le sirve que se publique, sino que además, como te da información, espera que tú lo trates con cierta referencia, con cierto cuidado, que no lo jodas demasiado. Es una relación perversísima, sin embargo, parece que fuera lo más normal del mundo.”
Foto: Aarón Borrás
Una irrupción: acaba de llegar un nuevo espécimen al terrario. Es un motociclista, pero sus características se identifican más con las de una mosca. Va y viene, acomodando sus zumbidos entre las palabras. Molesta, pero no detiene el flujo de las cosas. Cada vez hay más globos y el aire parece entrar por alguna parte. Es una forma de recordarnos que el tiempo teje todas nuestras dimensiones.
Acá tenemos el botón rebelde y una gran habitación repleta de personas interesadas. Gente que ríe y se pone muy seria. Los que hablan sobre el escenario están sentados en unos silloncitos blancos estilo lounge que le van muy bien a esta dimensión compuesta por luces y pantallas. Alguien hizo un gran trabajo. El aire acondicionado de pronto se enciende; es una especie de turbina aeronáutica que funciona a manera de anuncio: en algún momento saldremos de esta dimensión, nos iremos a otra parte y ya nada será igual después de la despedida.
Pienso, ahora que escribo, como en realidad se me puede ir el día componiendo un texto con detalles pero, ¿dónde quedaría la provocación? ¿De qué sirve construir narrativas que respondan al qué/ quién/ dónde/ cuándo/ por qué? ¿Para terminar ahí, para continuar sin nada más?
Ahora pienso que cuando uno escribe sobre cosas, no puedes contar y hacer como que no tienes una reflexión sobre eso. Es hasta inverosímil pensar que uno no va a tener una reflexión sobre el hecho de que haya miles de personas que se mueran todos los días porque no comen lo suficiente en un mundo que produce comida para muchos más de los que somos. Tienes que poder pensar cosas sobre eso para que valga la pena tu trabajo. A mí me interesa cada vez más ese cruce entre relato y ensayo al que yo también llamo crónica.”
Por un momento, se abre otro portal: a la lejos, van miles de personas persiguiendo algo. Es una resonancia que no pertenece propiamente a estas dos dimensiones. Nos llega a través de otro portal para impregnarnos de ese aire extraño, triste e intrigante que resalta cada vez más en El Universo del Periodismo. Se llama migración y consiste en un desplazamiento territorial, a veces incluso político y económico. Los migrantes cambian de forma seguido, a veces asemejan más la forma de una mancha imprecisa. Si ponemos atención, podemos ver que en el interior hay muchos puntos, cada uno cargado de historias irrepetibles. Puntos a los cuales Martín Caparrós se ha acercado por un interés que seguramente comienza a condensarse. En algún momento vendrá la lluvia.
Es curioso, yo estuve la semana pasada en Tecún Umán –qué es la frontera entre Guatemala y México– hablando con una cantidad de migrantes, y me llamaba la atención cómo la migración se instaló como un opción entre las primeras en varios países de América Central, quiero decir, me contaban problemas estos migrantes que quizás en otro momento se habrían solucionado en el mismo lugar donde estaban, pero que ahora una de las primeras soluciones que se les ocurre es migrar. Es un tema de aire de los tiempos. Culturalmente ahora la migración es una opción y una tentación del presente. Entonces también está esta especie de ilusión de que si te vas a otro lugar, tu vida va a cambiar absolutamente, pero no es solo una ilusión, es también un reflejo de una situación de diferencias sociales y económicas muy fuertes entre distintos países. Ahora hay varios miles de africanos que cruzaron el Atlántico, cruzaron toda América del Sur, América Central, y ahora están varados en Chiapas porque no los dejan subir más en su camino a Estados Unidos. Son gente que ha recorrido miles y miles de kilómetros con esta ilusión de ir a vivir a Estados Unidos, como si allí fuera a cambiar para ellos todo, radical y absolutamente. Es curioso. Es como una especie de efecto colateral de la globalización, que hace que todos se enteren de todo de una manera muy deformada, pero muy intensa y veloz, entonces si estás en un pueblito de Senegal, ves películas que suceden en un suburbio bonito de Baltimore y dices: ah, yo quiero vivir así, y pues llegas, y si tienes mucha suerte, terminas cortando el césped. Lo que pasa es que es probable que si cortas el césped allí, vivas mejor de lo que vivías en tu pueblito de Senegal. ¿Qué sé yo? Hay muchos factores. La verdad que es un tema fascinante.
El Universo se expande, y la expansión implica el avistamiento de nuevas grietas dimensionales. A veces, para entrar en contacto con ellas suele uno caer en su abismo. Es un proceso accidental. Pero también ocurre que, al caer en alguna dimensión supuestamente reconocida, termina uno por enterarse de otros factores que antes había pasado de largo. Esto permite entender mejor la dimensión o entender mejor lo complejo que resulta entenderla.
Yo empecé a participar en las movidas feministas en el año 76, cuando entré a la facultad en París. O sea que llevo muchos años acercándome y observando esas prácticas. Me alegra que ahora haya tomado el auge que tomó, y me parece totalmente necesario que se empareje el papel o los papeles que juegan las mujeres en nuestras sociedades. Me preocupa quizás a veces que parezca que la desigualdad o la contradicción principal, como habían dicho los maoístas hace muchos años, de nuestras sociedades sea barón o mujer. Me parece que hay otras que también habría que tomar muy en cuenta y que a veces no se toman en cuenta. Da la sensación de que una mujer rica y una mujer pobre quieren lo mismo por el hecho de ser mujeres, y yo todavía creo que no, que las mujeres ricas lo son porque le quitan de algún modo a las mujeres pobres lo que necesitan. Entonces, me resulta difícil imaginar que quieran exactamente lo mismo en la vida.”
Por supuesto, la humanidad, ese gran conjunto que a veces pretende abarcarlo todo, seguirá creciendo hasta que algo definitivamente nos arrase. Mientras tanto, seguiremos siendo solamente humanos, quiero decir que seguiremos explorando nuestras profundidades, porque es la duda un factor esencial en nuestra composición. Cada uno se guía según sus intereses. Cruzamos un portal tras otro, sin detenernos. Sin querer detenernos. Esto nos mantiene ocupados.
Ahorita. Ahorita (Anagrama, 2019) es mi último libro. Acaba de salir ahora en octubre. Es un librito que apunta sobre el final de la Era del fuego, y está hecho a partir, básicamente, de las columnas que fui publicando en El País en los últimos dos o tres años; es un intento de mirar un poco la actualidad social, técnica, las conductas contemporáneas. Por eso se llama Ahorita; es mi libro mexicano, digo yo en joda. Y después tengo una novela que va a salir en marzo, aparentemente. Ya que se escriben tantas novelas sin ficción, yo lo que hice ahora fue hacer una ficción sin novela, porque es una aparente no-ficción, solo que transcurre en el año 2070, así que es difícil postular que realmente haya sucedido. Y, bueno, estoy tratando de terminar un libro, ahora sí de no-ficción, sobre América Latina. Qué es América Latina. Tratar de pensar un poco cómo es, porque yo creo que la imagen que tenemos de la región ya está muy desfasada, ya quedó muy vieja, y no hay textos que traten de pensarla como conjunto. Estoy intentándolo, no sé si me va a salir o qué pero, mientras tanto, me la paso bien.”