Estos meses de pandemia me he visto expuesto frente a varios filmes que me han marcado y me han recordado que después de la pandemia ―y también durante, a nuestro propio ritmo― habrá que seguir luchando por las cosas en las que creemos. Por ello siento una especial afección por Coche (2020, Dir. Santiago Fábregas), estrenado en la recién finalizada edición 18° del Festival Internacional de Cine de Morelia, porque es una trabajo que nace a partir de una experiencia personal de la infancia (resguardar a heridos derivados de la guerrilla que Guatemala vivió el siglo pasado) y a partir de ello busca generar una memoria histórica de algo que casi no se recuerda: el desplazamiento masivo de guatemaltecos hacia México en los 80´s. Cine con perspectiva social, algo que se realiza mucho en nuestro país, aunque no se visualice tanto.
Me encontraba realizando la transcripción de esta charla cuando me distrajo un correo, se trataba del boletín de prensa con los ganadores de esta edición del FICM: Coche ganó el premio por el cortometraje más votado por el público, reconocimiento que podría indicarnos lo mucho que influye el cine con perspectiva social en sus espectadores, ojalá este tipo de hechos signifique un precedente para que haya más variedad de producciones en cines comerciales y no sólo se les relegue a los festivales.
Platiqué con Jonathan Davis, productor de este corto y director de la casa productora Edge Films, y David Martínez, guionista de este trabajo.
Foto: producción del corto
Iván Gómez (IG). ¿Cómo surge esta historia desde la escritura y la producción?
Jonathan Davis (JD). Junto con nuestros socios coproductores de Free Machine hicimos una convocatoria de guion de cortometraje, el premio consistió en un monto económico simbólico y, sobre todo, en la realización del corto. La convocatoria se llamaba Nunca es tarde, nos acercamos a distintas escuelas de cine, de comunicación, se publicó en la página del IMCINE, para ser el primer año de la convocatoria nos fue bastante bien, recibimos 80 guiones, a partir de ellos hicimos una convocatoria de clasificación para llegar a 10 preseleccionados, los cuales fueron escogidos por un jurado de 5 integrantes, el guion que ganó fue el de Daniel Martínez, que en un primer momento se llamó Los niños sólo quieren divertirse.
David Martínez (DM). La historia es una amalgama de varias anécdotas de mi infancia. Lo que hago es conjugar varios elementos de cosas que sucedieron a principios de los 80’s, cuando yo estaba creciendo, y ponerlos en una historia para representar algo que significó mucho para mí, que es mi contacto con mucha gente que venía de formas de vida muy distintas a la mía, eso me marcó mucho porque me llevó muchos años entender quiénes eran ellos y qué habían significado en mi vida, la historia es muy sencilla desde la premisa: dos niños quieren divertirse. Sin importar las circunstancias en las que estén todos estamos conectados a través del juego, incluso más allá de los niños. Vertí esa historia en las características que pedía el guion de la convocatoria. Llevar a cabo una producción por más sencilla que pueda ser, lleva mucho tiempo. La siguiente sorpresa fue ver el equipazo que se conformó.
JD. Una vez teniendo este guion, el siguiente reto era encontrar al crew ideal: director, actores, etc. Me acerqué con Santiago Fábregas, con quien llevo una relación de amistad de años, nunca habíamos trabajado en algo juntos, por lo que me pareció que este era un buen momento, lo invité a comer y le conté del proyecto, leyó el guion, lo conmovió. A partir de que tuvimos al director empezamos a seleccionar al crew, lo padre de jalarlo fue que, tanto Santiago como nosotros en Edge Films, habíamos trabajado con la cinefotógrafa Flavia Martínez, luego contactamos a Ana “Moshi” Ibarra, una diseñadora de producción muy talentosa, básicamente así se fue armando el equipo.
Como sabes, es muy difícil armar un corto porque, por más que sea chico, implica muchos recursos, tanto económicos como humanos, afortunadamente pudimos jalar distintas coproducciones, como una casa de renta que nos aportó el equipo en especie, cosa que nos ayudó mucho, Paola Decanini hizo la música, Santiago la trajo al proyecto, tenía tiempo con la intención de colaborar con ella y este fue el momento perfecto. Lo filmamos en noviembre del año pasado y lo terminaos hace apenas mes, mes y medio. [Su primera exhibición se realizó en esta edición del Festival Internacional de Cine de Morelia].
Foto: producción del corto
IG. ¿Qué hay del cast? Las actuaciones de los niños son enternecedoras, sobre todo la de Domingo.
JD. Ese también fue uno de los grandes retos. Ya con el crew nos preguntamos cómo conformar un cast que se adaptara al guion y que en la medida de lo posible fuera profesional. Otras de las personas que trajimos al equipo fueron Fernando Velazco y Marco Aguilar, directores de casting expertos en jóvenes, ellos son los directores de casting de Ya no estoy aquí. Platicando con Santiago, decidimos acércanos con ambos, acababan de hacer un casting extensísimo en muchas escuelas y tenían una base de datos de los niños. Se sumaron con los ánimos de hacer del proyecto una realidad, en un primer momento nos compartieron muchos de los videos de casting que realizaron para esta película, fue padre para Santiago ver los perfiles. Los que le gustaron fueron citados para un casting en forma, tanto con los niños como con los personajes secundarios. Así se armó el equipo.
Ya estábamos listos para filmar, cuando, un día antes ―y esto siempre pasa en proyectos de esta naturaleza― nos llama la mamá del chico que tenía el papel de David y nos dice que se le cruzaron la fechas, que su hijo tenía una obra de teatro a la que no podía faltar. Nuestra segunda mejor opción era Mateo Iglesias y al final realizó el papel. El personaje de Domingo fue interpretado por Yabah Ortega, y francamente creemos que realizó un excelente trabajo. Funciona muy bien con pocos diálogos, y se lleva el corto.
IG. No sé si es desde guion o desde diseño de producción pero, ¿de dónde surge la idea de no mostrar ningún rostro de adulto?
JD. Esa fue una propuesta de dirección. Santiago decidió que todo fuera desde la perspectiva de los niños y, para ello, cortó la cabeza de los adultos ―como en los Muppet Babies― y me parece que eso le da una propuesta auténtica.
IG. Daniel, ¿podrías ahondar un poco más en tus vínculos personales con esta historia?
DM. Todo esto surge de que mis padres eran comunistas de hueso colorado, se enamoraron en el ’68, siempre fueron militantes, por algunas vías de contacto político y una familiar tenían contacto con guerrilleros centroamericanos que trabajaban acá, para entonces ya no estaba mi padre con mi madre pero ella, con su gran convicción, tuvo la inquietud de apoyar, y la manera que encontró fue recibir combatientes heridos, los traía prácticamente de la frontera para acá, y principalmente eran niños, adolescentes. Para mí era tener que compartir una habitación, un espacio, era una visión muy caprichosa. Muchos de ellos tenían heridas que no comprendía, en lo poco que platicábamos veía que tenían cierta educación militante, y conocimientos y responsabilidades de guerra, sabían de armas, de entrenamiento militar, les habían masacrado a la familia, y algo que me sorprendía es que nunca se victimizaban por ello; y todo el tiempo que estaban en la casa lo púnico que querían era jugar, como una forma de recuperar su infancia, a lo mejor no consciente; todo el tiempo era jugar con la pelota, gritando… Lamentablemente fue muy complejo, no sabemos qué fue de sus vidas. Pero sí recuerdo que dentro de la situación de contrastes lo único que queríamos era jugar.
IG. Hay momentos en los que los niños juegan con armas o se ríen, sobre todo Domingo, por la inverosimilitud del uso de las armas en un programa de tele, ¿cómo influye un conflicto de estas dimensiones en el desarrollo de la infancia?
DM. Como lo veo ahora, son dos mundos paralelos completamente diferentes, por un lado, eran militares, me basé específicamente en un chico llamado Domingo, que tenía un rango militar de sargento, tenía una disciplina completa: jamás dormía sin su ropa puesta, sin sus zapatos puestos, por el otro, en lo propio de la edad de un niño en desarrollo.
IG. Gran parte de tu infancia está ahí, aún así, ¿necesitaste un proceso de investigación?
DM. Creo que hubo dos partes, no hice una investigación mayor porque estuvo presente en mi vida, mi madre me lo contaba, aunque no me cayera el 20 en ese momento, lo que sucedía en Guatemala, en Nicaragua, la caída de Somoza, y demás. Hay otra parte muy importante, arriesgada pero bien tomada, sobre la contextualización al final del corto, sobre todo porque hay mucha gente que ignora lo que ocurría al sur del país; para efectos culturales, en los 80´s, el sur de México no existía, todo era estados Unidos, incluso para mí empezó a existir con rostro y con gustos mediante MTV latino [risas], es una completa ironía.
JD. Creímos que era importante buscar un cierre que pusiera en contexto histórico lo que acabábamos de ver. Santiago Fábregas se acercó con Marisol Garzón Rivera, quien es una investigadora, con quien consultamos este tema; Santiago tenía la idea de cerrar con datos duros, producto de la investigación y el acercamiento con la investigadora: 100,000 muertos, 50,000 desaparecidos, 500,000 desplazados, y el dato de los 20,000 niños reclutados por patrullas de defensa civil, una especie de grupos paramilitares de la zona, estos datos duros son gracias a nuestra investigadora, fue una decisión de dirección cerrar el corto con este contexto histórico. En ese sentido, creemos que no sólo retrata un momento muy difícil que desconocemos muchos (y más dentro de esa época), también creo que tiene mucha vigencia por lo que vivimos hoy: muchos migrantes, muchos desplazados, tanto de Centroamérica como de México.
Foto: producción del corto
IG. ¿Cuáles son las fronteras entre la ficción y la realidad cuando pensamos que el cierre rompe con la ficción, aunque es una ruptura necesaria?
DM. Haría el paralelismo entre lo que es la historia íntima, la amistad de dos niños, efímera, porque uno va de paso y el otro se queda triste cada vez que uno pasa por ahí, esa es la ficción, que resulta en una historia universal sobre encariñamiento y la separación, y el contexto específico es donde se rompe la ficción. Ficción es la microhistoria todo lo que la envuelve es la no ficción.
JD. De acuerdo… Justo Daniel y Santiago tuvieron una reunión para saber de dónde viene esta historia, el trasfondo. Nos platicó Daniel de todo esto, como creció, cómo hospedaban a niños, y demás, más la investigación que propone.
IG. ¿Qué hay de la construcción de personajes? Domingo enternece sin decir nada, sólo con sus miradas.
DM. Creo que es producto de la receptividad que tuvo Santiago. Me interesaba mucho la visión de Domingo, es un chavo cuya lengua materna no es el castellano, su vocabulario es limitado, es, además, una persona que no se queja, que nunca pierde la posibilidad de sorpresa. Siempre estaba maravillado de todo, lo que a nosotros nos podía parecer lo más banal del mundo, como un rollo de papel, a ellos les parecía maravilloso, y todo ello lo expresaban no en palabras, sino con miradas, con gestos.
JD. Y desde el guion está planteado así. Santiago lo entendió muy bien porque desde el guion estaban bien establecidos.
Hubo un par de ensayos antes del rodaje, nos hubiera gustado tener más tiempo y ensayos, pero dada la naturaleza y las limitaciones, creo que fue suficiente, el rodaje lo hicimos en dos días, en una locación en la colonia Narvarte.
IG. Muchos momentos han marcado la historia moderna de México, en lo referente a la infancia, pareciera que tenemos muy clavada la imagen de los niños de Morleia en el ’37, pero no hay una conciencia histórica sobre el desplazamiento masivo de refugiados guatemaltecos, entre ellos muchos niños, ¿qué cambios hay en México a partir del desplazamiento masivo de guatemaltecos?
DM. Comenzando un poco con tu analogía, la cuestión de los refugiados españoles fue algo que emanó del gobierno; los guatemaltecos entraron clandestinamente, con papeles falsos, cuando íbamos al parque debíamos tener mucho cuidado. Todo este desplazamiento repercute mucho en las zonas fronterizas. Creo que esta es una parte de la historia mexicana que debe escribirse correctamente y darse a conocer.
JD. Sí, esa era una de las broncas, ese momento no está bien documentado, sabemos que es un fenómeno que no es nuevo, que proviene de los 60´s hasta la fecha; es un tema que se debe investigar más para entenderlo mejor. Creo que fue acertado el acercamiento con la investigadora, porque no hay mucha literatura ni información sobre estos traslados.
IG. ¿Qué aporta un trabajo como este a la memoria histórica de un país?
DM. En la medida en la que la gente lo pueda ver y pueda adentrarse en la historia desde el lado que le quede, puede despertar una curiosidad que permita ver y entender un momento exacto. Recuerdo que le preguntaba a un primo que tenía vínculo directo con guerrillas centroamericanas sobre este tema y ni él, que es investigador en estudios latinoamericanos en la UNAM, tiene bien claros los datos. Creo que este cortometraje puede despertar cierta curiosidad para entonces sí darle un poco más de impulso a la revisión de esta época sobre qué pasó aquí y con nuestros vecinos.
IG. ¿Qué implica hacer cine en México?
DM. No me queda otra certeza más que la de que hay que tener ganas. Soy muy cercano a gente que vive mediante apoyos, lo cual está bien, pero también conozco a mucha gente que no cuenta con los apoyos y aun así sigue haciendo cine, y lo seguirá haciendo. ¿Qué implica hacer cine? Implica querer contar historias y que este sea tu medio, hacerlo mediante imágenes en movimiento. Lo dejaría así de simple.
Foto: producción del corto
JD. Creo que parte de las ganas, hablando como productor, implica un compromiso muy grande con la gente con la que uno trabaja. La gente te deposita toda la confianza, ahora que vivimos épocas sumamente difíciles con el tema de los apoyos, la pandemia. Creo que parte de la carrera como productor es ser resiliente, identificar a buen talento e irnos juntos a la guerra y sacar los proyectos a como de lugar. A pesar de que la situación es muy difícil, creo que todos estos retos van a crear oportunidades en la manera en la que producimos y contamos historias. Con respecto al desmantelamiento de apoyos públicos, creo que hay que darle la vuelta y ver otras maneras de producir y sacar adelante las historias, nos enfrentamos a situaciones muy difíciles, no nos queda más que el amor a querer hacer arte lo que nos va a llevar a hacer proyectos que nos enorgullezcan.
IG. Esta es una pregunta que nos gusta hacer a nuestros entrevistados, para incomodar un poco, ¿por qué deberíamos ver su trabajo?
DM. Partiendo de lo particular, el primer público al que busco es a mi familia, ¿por qué deberán verlo ellos? Por conocer un poco más a mi madre. ¿Por qué debería verlo más gente? Porque es una historia que nos une y nos recuerda a todos la importancia del juego, no nada más de niños sino también adultos, sin perder de vista situaciones tan terribles que nos van a seguir por toda la historia de la humanidad, como las guerrillas u otras situaciones: a pesar de todo lo que ocurre es importante seguir jugando.
JD. Creo que es importante que la gente lo vea porque es una historia universal de dos chavitos de muy diferentes contextos, y cómo a pesar de las difíciles y horrorosas situaciones que uno enfrenta en su vida, por más diferentes que seamos, al final los niños solo quieren jugar. Creo que esa humanidad es la base y la tesis del corto, por eso es importante que lo vea la gente, porque en el juego está la inocencia y la humanidad.