Siempre que surge un proyecto independiente, es decir, un proyecto que no presenta los sellitos de las instituciones, es casi un hecho que se tratará de algo genuino y valioso. Algo que surge por una necesidad creativa y existencial y no tanto como una estrategia para ordeñar presupuesto al erario público, lo cual tampoco tiene nada de malo.
Pero cuando un proyecto independiente, en este caso un foro para las artes visuales, es concebido por un grupo de personas competentes, creativas y solidarias, la empresa cobra dimensiones alentadoras. En una ciudad como Hermosillo, carente de espacios para la representación del arte, que surja El Rastro, una galería libre del humo pretencioso de los artistas contemporáneos, es una noticia que refresca el panorama y la ruta de los escenarios para difundir propuestas creativas.
“Pez Banana” acudió a la inauguración de este espacio. El encargado de iniciar con la matanza fue el artista visual (aunque ya nadie utilice la palabra artista), Alfredo Káram. La exposición, titulada “Adaptaciones”, responde a la necesidad que el arte ha manifestado, en los últimos cuarenta años, de mirar de nuevo al paisaje. Un paisaje que si bien encontramos devastado, también advertimos que la invasión de lo humano en él no ha sido la única. A las construcciones olvidadas de la esperanzadora modernidad, se han incorporado naturalezas húmedas. Vida que se cuela entre los resquicios de los materiales con los que se ha venido construyendo la realidad que conocemos; esa misma que ahora se diluye en el mundo virtual.
Encontramos una especie de Haiku de los lagos ancestrales en los charcos de agua sucia que se forman en los vertederos. Encontramos los jardines colgantes de Babilonia en los muros de los recintos olvidados y en las carcasas de despojos que hemos ido dejando en las orillas de las ciudades. “Adaptaciones” nos recuerda que no sólo la humanidad se adapta a la sutil dictadura de la decadencia, también la naturaleza lo hace.
En esta noche, la primera del mes de marzo de 2014, en la que arranca El Rastro, platicamos con una pieza clave de este proyecto, la moradora del matadero, y artista visual afectada con el síndrome Bartleby, María Serrano, mejor conocida como Toti.
Pez Banana: Resulta que El Rastro también es tu casa. ¿Cómo te atreves a hacer de tu espacio cotidiano un lugar para la exhibición de arte?
Toti: Llevo un año viviendo aquí. La idea original era que fuera mi estudio de trabajo, pero como no he hecho nada, pues dije, a la chingada, quiero que pasen cosas en este espacio. Entonces me conecté a Facebook pensando en una exposición de Alfredo Káram. Si Alfredo me decía que si, esto comenzaba. Afortunadamente le gustó la idea y me mandó el proyecto casi de inmediato. Todo sucedió de manera fortuita.
Pez Banana: Tengo entendido que Káram quedó tan prendido al proyecto que será parte del Consejo de El Rastro.
Toti: Si. Vamos a estar organizando las exposiciones, revisando propuestas para ir agendando las que nos gusten y sean propicias para el espacio. La idea es que surjan proyectos independientes para alejarnos de las instituciones y de su monopolio en la generación de agendas culturales. Tanto Alfredo como yo y Jimena Camou, que somos los que integramos el consejo, estamos convencidos de la necesidad de foros alternativos. En ese sentido somos hijos de “Pez Banana” (El entrevistador se sonroja).
Pez Banana: Te pueden gustar o no, pero los proyectos independientes siempre son genuinos. Sin embargo tienes que enfrentar adversidades. Hay que resistir. ¿Estás consciente de eso?
Toti: Sabemos que el inicio es muy difícil. No hay presupuesto ni algo que te avale. No hay un sistema que te impulse. Cuando un proyecto independiente funciona es por el interés genuino, en este caso, de presentar obra y de que vengan a conocerla sin los mecanismos de la oficialidad. Entonces la disposición de la gente que acude al espacio es otra, pero también la del expositor que está dando a conocer su obra.
Pez Banana: ¿Hay un roster de lo que se viene en El Rastro?
Toti: Si, por lo pronto hay dos. David Vera es el que sigue y después Jimena Camou. Estamos viendo gente de fuera que le interese el proyecto. El rollo es presentar el trabajo sin solemnidades. Así, como es. En un ambiente de fiesta y diálogo.
Platico con Toti sobre lo evidente y falto de poética que es el arte en nuestro tiempo. Sobre la pretensión de muchos creadores por ser parte de la vorágine contemporánea que está más preocupada por hacer sociología y justificaciones sobre lo que “está allí”, que por producir piezas artísticas. Para ella también es un misterio esta proliferación, sobre todo de fotógrafos, que han encontrado en el discurso del arte global una ruta para representar una visión de sus lugares de origen. Como si todos los territorios fueran uno mismo y todas las fotos una misma foto. Parménides en boga. Toti comenta que no ha podido producir en un año porque no quiere caer en ese sistema donde lo inmediato funciona. Donde lo inmediato vende. La intuición, las sensaciones y la poética siguen siendo importantes para ella. Mucho de eso, agrega, se verá reflejado en las expos que están por venir en el Rastro.
Estamos en la azotea. Corre un viento fresco que anima a seguir penetrando en la noche. Es inminente la lluvia. Por la escalera de caracol que lleva a El Rastro, siguen subiendo personas.