En la narrativa suele encontrarse un desbalance desafortunado: cuando la historia es muy buena, el lenguaje que la refiere es torpe o sin gracia o cumple sin más su cometido; cuando el lenguaje deslumbra (cuando la sintaxis hace su brecha para que el lector transite y los adjetivos y demás elementos parecen estar hechos para una frase en particular que sacarlos de allí los volvería inútiles), la historia suele quedar hueca o no estar a la altura de lo que las frases, geniales en apariencia, quieren referir. En ambos casos los libros quedan a deber, pero eso no se descubre hasta que se lee el libro y ya no se puede ocultar el embuste.
Las cintillas de los libros puestos en las mesas de novedades han desgastado los elogios, los entusiasmos, las emociones genuinas que se desean transmitir. Al referirlas para un libro que verdaderamente provoca suspender el aliento un segundo y sopesar la frase que suena, de veras, a nueva, el giro astuto en la historia, el personaje que sí emula mis pensamientos y mis emociones; al hacerlo, decía, todo suena gastado, rancio, desafortunado e incluso ingrato porque no le hace el favor (aunque es lo que menos necesita) al libro que nos acaba de sacar del sopor en que nos meten las decenas de lecturas simis (ni lo mismo ni más barato). Y no se trata de hablar de obras que ocuparán un lugar destacado en la historia de la literatura, sino hablar de libros que en este momento se leen diferente a los títulos indistinguibles que pululan, que establecen un vínculo con el lector justo ahora sin ser chapuceros, sin que lo propicie una moda caprichosa o un exitoso marketing.
Todo este rodeo, todos estos miramientos para hablar de un libro de cuentos que no agota el género (como se acostumbra decir) sino que lo pule y lo abrillanta, para que nos asomemos con ganas de leer más cuentos. El clan de los estetas de Alejandro Badillo (Universidad Veracruzana, 2016) merece esos elogios, merece más, pero no le quiero hacer ese flaco favor. Se vale decir, vaya, que ni historia ni lenguaje quedan a deber (al contrario, deslumbra cuando se empeña en las frases y las historias mejoran, y hay un momento que parece que se enredan en la garganta para hacernos respirar a su antojo: en estas historias los objetos se “remiran” y son los “goznes demasiado espesos), como da prueba el cuento con el que abre el volumen, “Una palabra”. Las atmósferas son precisas en cada cuento, en “La noche mil dos” la luz parece ir menguando y apartándose de los pasillos, las calles y los callejones conforme avanza la historia hasta ese final revelador, en “Objetos perdidos”, y en casi todos los cuentos, las moscas, el calor o el frío y el polvo pasan de ser elementos decorativos que dan cuenta del sopor a columnas que sostienen las escenas.
De Badillo abruma la naturalidad con que aborda diferentes temas o géneros: lo fantástico (como en “La noche mil dos” u “Objetos perdidos”, entre otros), el género negro (“La emboscada”) así como el retrato de la violencia en México y que demuestra lo necesitados que estamos de explicaciones para comprender tanta muerte (“El clan de los estetas” y “Una palabra”), la literatura intimista o de pareja (“Atlas del frío en el cuerpo”), el género urbano (Memorias incompletas del desempleado Rodríguez, Un ajuste de cuentas). Claro, ningún tema o género está perfectamente delimitado en estos cuentos, lo que los vuelve aún más atractivos, basta con leer el cuento rural de “Objetos perdidos”, que retrata el sopor y el vacío en que se quedan los habitantes de los pueblos que aún no migran a las grandes ciudades o a los Estados Unidos, y ese final por demás inesperado para comprender que en estas historias el reconocimiento de un tema no ofrece ninguna garantía.
Muchos cuentistas intentan lo que Badillo consigue en este libro, pero el estilo, las manías los delatan y lo pagan sus historias. Badillo escribe cada cuento como si estuviera especializado sólo en ese tema, en esa forma, en ese género. Natural. Como un bateador que dispara jonrones a diestra y siniestra. ¿Referencias o deudas con otros autores? Muchas, pero sin quedarse en copista o un ingrato epígono. El clan de los estetas es un libro de cuentos que cubre fácilmente las expectativas de los lectores más chiqueones.
♦Alfonso López Corral (Navojoa, Sonora, 1979) es narrador, bibliotecario y maestro en ciencias sociales. En 2010 publicó el libro de cuentos La noche estaba afuera (Editorial Tres Perros) y en 2013 Musiquito del Talón (Tierra Adentro, 2015). Está incluido en las antologías Breve colección de relato porno (Editorial Shandy y Tres Perros, 2011) Lados B 2016 (Nitro⁄Press) y México Noir (Nitro⁄Press, 2016).