David & Goliat. Come Out And Play

Todo empezó con Michael Jordan. En la vida de uno se suceden acontecimientos claves que determinan sus pensamientos, sus creencias y afinidades, su visión del mundo. Yo tenía 9 años cuando Michael Jordan cambió para siempre mi forma de percibir los deportes. Era el sexto juego de las finales de 1998 y los Bulls se enfrentaban al Utah Jazz. La historia es ya sabida: con 37 segundos por jugar los del Jazz ganan por un punto y tienen la posesión del balón, John Stockton le hace el pase a no otro que Karl Malone y Jordan lo roba con 21 segundos en el reloj, cruza la cancha, 13 segundos, Bryon Russell lo defiende, 9 segundos, Jordan se encamina hacia el semicírculo de la línea de tiros libres, drible en retirada, 7 segundos, trastabillo de Russel, 5 segundos, Jordan se eleva y lanza el balón, los Bulls ganan el campeonato por marcador 87 a 86. Su último disparo como Chicago Bull quedaría grabado en los anales de la historia simplemente como “The last shot”.

Dejando de lado las miles de imitaciones que he realizado de tan mítico disparo, el tiro de Jordan transformó mi vida por dos razones: la primera de ellas fue el ser testigo directo de lo que la grandeza significaba (mirando de paso cómo se personificaba). Era comprobar con mis propios ojos el hecho de que el ser humano podía trascenderse a sí mismo para convertirse en algo más: un superhéroe, una leyenda, un dios del Olimpo. Teniendo un hermano que en ese entonces contaba con 16 años cumplidos y que era un asiduo de los Bulls, era entendible que su entusiasmo por el juego se transmitiera directamente al morrito que yo era y que lo acompañara a ver por televisión aquel sexto juego de las finales la tarde del 14 de junio. Entonces sí, yo atestigüé en vivo “The last shot” y lo que significó para mí presenciarlo es directamente proporcional a lo que sintieron las millones de personas que atestiguaron la llegada a la luna por Neil Armstrong.

La segunda razón la entendería años después de aquel encuentro y es lo relativo a la derrota y lo que ella significa. Mientras yo brincaba de la emoción y celebraba con mi hermano el tiro ganador del campeonato, miles de otros corazones serían atravesados por una daga que naciera 35 años atrás y que portaba el número 23 en su espalda. Las finales del 98 supusieron una segunda oportunidad para un Karl Malone que esa temporada mantuvo a raya las estadísticas que apenas un año anterior le habían merecido ser el MVP de la liga, liderando al Jazz a 62 victorias (misma cantidad de los Bulls y dos victorias abajo del récord de la franquicia establecido una temporada atrás y que se mantiene hasta la fecha), pero también supuso la segunda derrota en las finales de dos de los más grandes jugadores que jamás hayan pisado una cancha de basquetbol. A Malone y Stockton la frase “dejar todo en la cancha” les queda corta. “De lo que estoy seguro es que ha habido mucha gente que ha ganado un título que no ha trabajado lo suficiente como para merecerlo. Simplemente estaban allí. Nosotros hemos trabajado muy duro para lograrlo y no lo hemos conseguido”, declararía Stockton el día de su retiro profesional. Karl Malone terminaría su carrera como el segundo máximo anotador en la historia de la NBA con 36,928 puntos; John Stockton, por su parte mantiene hasta hoy el record de asistencias repartidas y robos conseguidos en la historia de la liga con 15,806 y 3,265 respectivamente. Hasta la final del 98, Karl Malone había pasado 13 temporadas con el Jazz y en todo ese tiempo se había perdido solo 3 partidos de temporada regular. John Stockton pasó sus 19 años de carrera en Utah, jugando en 1,504 de 1,526 juegos posibles (nadie en la historia de la liga ha disputado más juegos con un solo equipo). Michael Jordan nació un 17 de febrero de 1963.

Contrario a lo que pudiera pensarse, mi jugador favorito de aquellos Chicago Bulls no era Jordan, ni tan siquiera Scottie Pippen o Dennis Rodman. No, mi jugador favorito de la mejor escuadra en la historia de la NBA era Steve Kerr. Por más fascinante que fuera ver a Michael Jordan rompiendo constantemente las leyes de la física y la gravedad, la rudeza no peleada con la elegancia del juego de Pippen o la entrega férrea de Rodman por cada balón en disputa, había algo en la simpleza y falta de explosividad del juego de Kerr que me causaba profunda empatía (para cualquier psicoanalista que quisiera indagar sobre esto mi beatle favorito es George Harrison).

Para la temporada de 1999 los Bulls de los campeonatos se habían desmantelado y Kerr pasaría a firmar con los San Antonio Spurs, resultando natural que yo fuera ahora un fiel seguidor de los dirigidos por Gregg Popovich. Así fue que durante los años de mi adolescencia crecí odiando férreamente a Los Angeles Lakers, particularmente (claro está) a Shaquille O’Neal y Kobe Bryant. Si la dupla Malone-Stockton representaba todo lo que la sobriedad y el respeto por el juego significaban, Shaq y Kobe eran los símbolos de la arrogancia y la lucha de egos. Steve Kerr era el David que con su disparo fuera de este mundo colaboraba por una causa mayor y Kobe Bryant era el Goliat que venía a arrasar todo a su paso, y maldición, Goliat siempre ganaba. Los Lakers conquistarían el threepeat del 2000 al 2002 (eliminando a los Spurs en dos ocasiones), hasta que en el 2003 los Spurs refrendarían su título del 99 eliminándolos en las semifinales de conferencia. En esos mismos playoffs Steve Kerr encabezaría un resurgimiento épico en el sexto juego de las finales de conferencia en contra de los Dallas Mavericks (anotando cuatro triples en 13 minutos), en camino a su quinto y último título como jugador.

La temporada siguiente Karl Malone se uniría a los Lakers en un intento desesperado por conseguir el tan evasivo trofeo de campeón. Se enfrentarían a San Antonio (con Kerr ya en el retiro) una vez más en las semifinales de conferencia y después de los 0.4 segundos más perversos en la historia de los fanáticos de los Spurs, los Lakers llegarían a las finales de la NBA para enfrentar a los Detroit Pistons. Contra todos los pronósticos, esta vez David vencería a Goliat y Karl Malone se despediría de las canchas sin haber conseguido nunca el campeonato.

El 15 de mayo de 2014 Steve Kerr firmaría un contrato para ser el nuevo entrenador de los Golden State Warriors durante las siguientes cinco campañas. En su primera temporada a cargo del equipo de la Bahía de San Francisco se convertiría en el segundo entrenador en la historia en conseguir el campeonato en su temporada debut. Dos años más tarde buscará guiar a su equipo a la mayor cantidad de victorias en temporada regular en la historia de la liga (casi veinte años atrás los Chicago Bulls derrotarían a los entonces Bullets de Washington en el último partido de la temporada, estableciendo la marca con la victoria número 72, siendo Steve Kerr y Michael Jordan los únicos jugadores en haber disputado los 82 partidos de los Bulls en ese año por demás histórico). Con apenas nueve derrotas, los Warriors podrían superar lo hecho por los Bulls en la campaña 95-96.

Sin embargo, el partido donde los Warriors tratarán de hacer historia no es el juego más anticipado de la noche. El 29 de noviembre del 2015 Kobe Bryant anunció a través de The PlayersTribune que se retiraba al final de la temporada: “Mi corazón puede soportar el ritmo, mi mente puede manejar la lucha, pero mi cuerpo sabe que es tiempo de decir adiós”, escribiría en su sentida carta dirigida al basquetbol. Hoy será el último juego en la carrera de Kobe cuando sus Lakers se enfrenten (coincidencias de la vida) al Utah Jazz.

El tipo que eliminó a los Spurs en tres ocasiones a comienzos del nuevo siglo, lo haría una vez más en las finales de conferencia del 2008, y aunque perdería esa vez el título ante los Boston Celtics, lograría el bicampeonato las siguientes dos temporadas. Pero luego de romperse el tendón de Aquiles al término de la temporada 12-13 el juego de Kobe no volvió a ser el mismo. En las siguientes dos campañas jugaría en un total de 41 partidos, y aunque su juego de despedida será su participación número 66 en la temporada, Kobe llega al encuentro promediando 16 puntos por partido con un .35% de efectividad en su disparo. En su último juego como profesional, lo único que los seguidores pueden pedirle a Kobe es que salga de la cancha por su propio pie.

En cuanto a lo que sucedió…

En punto de las 10:30 pm comienza el enfrentamiento Warriors-Grizzlies y tan solo en el primer cuarto Curry se despacha 20 puntos con seis triples encestados, y los Warriors sacan 14 de ventaja. En el primer minuto del tercer cuarto Curry anota su octavo triple del partido y pone en ventaja a su equipo 70 puntos sobre 53. Descansa todo el último cuarto tras haber encestado 46 puntos. Los Warrrios ganan con comodidad e imponen la nueva marca histórica de 73 triunfos. Kerr pensaba que el record de sus Bulls nunca sería superado: “Dije lo mismo hace 20 años pero no creo que el de esta vez vaya a ser roto”, declara en conferencia de prensa. David se hizo de la espada, la lanza y la jabalina. David se convierte en Goliat.

A 544 kilómetros del Oracle Arena, en el Staples Center de Los Angeles, el Jazz lidera a los Lakers 96 a 88, faltando 1 minutos y 53 segundos para que termine el encuentro. Kobe Bryant ha visto acción toda la segunda mitad y lidera a todos los anotadores con 49 puntos. El balón está en sus manos y penetra hasta la canasta, lanza una flotadora que toca la parte alta del tablero y cae en el aro. Kobe supera los 50 puntos y su equipo se pone a 6 del Jazz con 1:45 por jugar. A dos posesiones fallidas del Jazz Kobe responde con un tiro en suspensión y un triple con paso en retirada. El técnico del Jazz pide tiempo fuera. El Staples Center estalla en júbilo. Kobe se sienta en el banquillo y respira por la boca, visiblemente extenuado. “Solicitaste mi entrega, yo te di mi corazón”, escribió en la carta del noviembre pasado. El Jazz falla una vez más y Kobe lleva el balón a media cancha, 38 segundos por jugar, Utah 96 – Lakers 95, se descuelga en una pantalla y lanza su clásico tiro en suspensión, pone al frente a los Lakers 97 a 96. Carlos Morales, el analista que narra el encuentro para ESPN Latinoamérica, comenta: “Si esto se hubiera escrito en un guion para Hollywood no hubiera sido aceptado, dirían que es imposible, que es muy cursi”. Lo increíble no son los 21 puntos que lleva en el cuarto, ni que con 37 años se convierta en el jugador que más puntos ha anotado en su último partido (Jordan anotaría 15 en su partido final como Wizard), lo increíble es que todos ellos han sido ante una defensa férrea de los jugadores del Jazz que en ningún momento han despegado su marcación. Con dos tiros libres Kobe alcanza los 60 puntos y los Lakers ganan 101 a 96.

Con los números más bajos de su carrera y el peor record en la historia de los Lakers, Kobe vivió su último partido bajo la máxima de que está bien perder, pero lo que no está bien es ser perdedores. El Kobe que en enero de 2006 anotó 81 puntos frente a los Toronto Raptors, el Kobe que en el séptimo juego de las finales del 2010 cargó a su equipo a la victoria sobre los Celtics con el dedo índice de su mano derecha fracturado, el Kobe que anotó 60 puntos esta noche que quedará para siempre en los anales de la historia del deporte, ése Kobe… nunca fue Goliat. No, Kobe Bryant siempre fue David.

*Carlos Véliz / 18.04.16 (editado el 29.01.20 con la más profunda admiración y respeto por la memoria y descanso de Gigi Bryant y su padre Kobe. #LegendsNeverDie)

Pez Banana