Espíritu Americano

Tyra da la última bocanada al cigarro, luego lo dispara eficaz contra el suelo, lo pisa y da la vuelta, el humo la persigue sin alcanzarla. Ya casi es hora de su programa favorito, hoy hablarán de mujeres abandonadas, ella es una.

Se deja caer sobre el sillón reclinable y lo extiende en un rechinido, con el peso de su cuerpo. Alcanza el control remoto y lo golpéa casi por inercia, ha fallado toda la semana. Sacarle las pilas y acomodarlas en diferente posición lo hacen funcionar, por ahora.

Aunque nunca se consideró común y corriente estaba entre el montón de mujeres dejadas con un crío, era una de las que creyó el cuento de los cigarros, él dijo que iría por unos de marca extraña, artesanales, hechos en alguna reserva india cercana que, al parecer, no se vendían en cualquier lado, y juzgando por su ausencia, seguía sin encontrar. Habían pasado diecisiete años desde aquella noche en que Bob Jr. salió para no volver. Lloró por años, hasta que un día la tristeza ahogó su voz, hablaba lo necesario para sobrevivir, contestaba a las preguntas con monosílabas y no era la persona adecuada para mantener una charla amena. Tenía pocos amigos con los que disfrutaba de una buena ronda de cerveza de barril, y sólo canciones de corazones rotos.

Tomó la cajetilla y pensó que su suerte sería diferente si alguien le ayudara a buscar a Bob Jr., como esas mujeres del programa: milagrosamente el desaparecido aparecía y entonces se descubría el motivo real del abandono, luego venía la reconciliación. Seguía preguntándose e imaginándose los por qués, ella le había entregado todo a Bob Jr. y él la había abandonado cuando el niño nació. Apenas habían pasado tres días y tres noches de llanto, leche, vómito y pañales sucios. Todo se puso peor sin él, estando sola el dinero se agotó y se encontró sumida en la peor depresión post parto del universo, sin familia que los ayudara. Se vio en la necesidad de pedir ayuda al Estado, luego convenció a la vecina para que cuidara de su hijo, a cambio de unos centavos, mientras ella iba a trabajar. Había conseguido emplearse en el aserradero de la localidad, y aunque no era el mejor trabajo, ganaba lo suficiente para continuar. Se estaba haciendo vieja, también más dura, como las cortezas de los árboles que pasaban por sus manos a diario, la piel se le agrietaba, se resecaba, ya no sería la misma cuando él volviera. ¿Y si no la reconocía? ¿Qué pasaría cuando Bob Jr. volviera? Se perdía por horas fantaseando con la idea de verlo entrar con esos cigarros, alto, fornido como hace años, sonriente y enamorado de ella. Lo idealizó por tanto tiempo que dejó de parecerse al de la foto sobre el buró, en sus recuerdos se parecía más a los galanes de las telenovelas, esos que tienen canas en la sien y lucen sexys a pesar de estar entrados en años.

Apagó la TV y buscó un cigarrillo pero no había, no se lavaría la boca, aún guardaba en ella el delicioso sabor de su último tabaco. Hurgó en sus bolsillos y encontró el dinero suficiente para comprarse otros, iría a la tienda muy a su pesar, caminaría cuesta arriba hasta llegar a la carretera, trescientos metros y el cielo en una bocanada de humo. Bien valía la pena el recorrido.

Parado frente a la puerta del mercado un vagabundo la observa, ella lo ve petrificada desde el otro lado del camino, maldita sea su hobofobia, apenas puede pensar del terror que siente, le cuesta incluso desviar la vista de lo aterrada que está. El hombre viste ropa vieja y el hedor que despide recorre un par de metros para alcanzarla, tiene el pelo largo y revuelto, la barba descuidada y con restos de comida, se nota que hace tiempo vive en las calles. Él agacha la cabeza al ver a la mujer y empuja su carrito, lleno de la basura de otros, hacia la esquina contraria, se detiene y, de sus pantalones, saca una cajetilla arrugada de cigarros Espíritu Americano. Sólo hay uno, lo enciende y se aleja, el humo se va con él. Ella no lo ha notado, pero Bob Jr. por fin encontró sus cigarros.

*Zeth Arellano. Narradora mexicalense dedicada al relato breve y la novela. En 2014 resultó ganadora del 2do lugar en el Concurso Internacional de Cuento, Libro Club ILCSA. Ha sido antologada por Ojo de Pez y ha participado en revistas como ERRR Magazine, Penumbria, Letras de Reserva, así como en el Diario Correo del Sur, en el suplemento cultural Puño & Letra.

Pez Banana